The Phoenix's Origin "¿Líos? ¡Bobadas!"

Bienvenidos de nuevo amados Fénix!🔥

La entrada de esta semana es un poco distinta, y hemos tenido la idea de que, ¿y si de vez en cuando subimos una entrada con un capítulo de una historia inspirada en el fénix?

Así pues, para nuestros seguidores más lectores e imaginativos, esta historia es para todos vosotros, ¡esperamos que la disfrutéis!

The Phoenix's origin


"¿Líos? ¡Bobadas!"


 - ¿Conoces esa sensación? 
 - ¿De qué hablas? 
 - Sí, esa sensación que tienes cuando el viento te da directamente en el rostro, cómo cuando vas en moto con el cristal del casco levantado, o cuando íbamos en el coche por la autopista con la capota levantada. 
 - Sé qué sensación es, preciosa, pero no podemos vivir con esa nostalgia constante. 
 Le miró directamente con los ojos muy abiertos y con la luz del sol reflejada directamente en ellos, otorgándoles un color aún más amarillento y brillante, casi sin pestañear. A él siempre le habían intrigado esos ojos, siempre tan abiertos, tan dulces, pero al mismo tiempo tan misteriosos y tan transparentes de un pasado secreto. 
 Desde que se habían encontrado todo había cambiado en sus vidas, él era cómo su hermano mayor, siempre la cuidaba, tenía cuidado de que no le pasara nada, y procuraba estar cuando ella le necesitaba, de hecho sabía perfectamente de qué sencación hablaba. Era la que ella le inspiraba cuando salían a hacer locuras de noche, cómo cuando encontraron una silla de ordenador junto al container y los dos se subieron a ella y se pusieron a hacer el cabra en mitad de la carretera, dejando que las ruedas se desplazaran a toda velocidad cuesta abajo hasta que no pudieron más y terminaron por reventar haciendo que ambos cayeran abrazados y haciendo la croqueta, que ella continuó haciendo a pesar de haber parado la caída. 
 Sí, sabía perfectamente de qué sensación se trataba, esa emoción de libertad que te inunda cuando estás a merced de las fuerzas del destino, pero que al mismo tiempo tú mismo puedes controlar para que tomen el camino que tú quieras. 
 - Baggins. - ella le llamó con la cabeza inclinada y con la boca entreabirta. 
 Baggins sonrió, realmente dudaba de si ella recordaba su nombre real, le había apodado así por Bilbo Bolsón del Señor de los Anillos, ya que Baggins era Bolsón en el idioma original. Suspiró, no le gustaba que le llamara así sólo para chincharle por su altura. 
 - ¿Qué quieres, Eny? 
 Enya sonrió solo un segundo antes de que Baggins se diera cuenta de lo que la joven estaba a punto de hacer. 
 - ¡No, Eny! - intentó alcanzar a la joven que ya había comenzado a correr calle abajo -. ¡Para! 
 Justo cuando Baggins estaba a punto de estirar la mano hacia la joven, ella saltó de lo alto de la escalera que había a mitad de la empedrada y cayó rodando sobre sí misma a la par que se ataba un pañuelo delante del rostro y se echaba la mochila al costado. 
 Baggins bajó las escaleras a toda velocidad y con una expresión de puro horror, por eso ella había mencionado lo de la sensación, esa que solo recibía haciendo algo peligroso y que podría meterla en líos. 
 Enya dobló una esquina en un callejón apartando a una pareja de turistas que iban de la mano y se adentró en lo más profundo de la callejuela, subiendo entre cajas y palés hasta saltar una verja que sabía que Baggins no lograría saltar, por lo que tendría tiempo suficiente para acabar su obra mientras su amigo rodeaba toda la manzana hasta alcanzarla. 
 Baggins sólo llegó a ver cómo la larga melena calabaza de Enya ondeaba con el viento en dirección recta, hasta que la vio hacer la cobra y subirse a una escalera de incendios que la llevaría por lo alto de la azoteas hasta su destino. 
 El chico se agarró a la verja metálica jadeante y con el sudor lustrando sus pómulos. Tomó aire varias veces y se recolocó las gafas antes de dar media vuelta y volver a correr para dar la vuelta, sabía perfectamente a dónde se dirigía, con un poco de suerte, quizás podría detenerla. 
 Enya se detuvo frente a un  muro de cemento gris y triste, respiraba entrecortadamente, pero eso solo conseguiría mantenerla en calor por si llegaba la policía. Dejó caer la mochila con fuerza y se agachó a rebuscar en su interior. Al levantarse volvió a lanzar el macuto a su hombro con un movimiento circular a la par que se encajaba la capucha. 
 A la derecha, solo una calle cerrada con un tubo por el cual había bajado y que esperaba que fuera su vía de escape cuando llegaran. 
 A la izquierda, el parque, con el césped verde y salpicado de rocío. Aún era temprano y nadie más que los corredores de footing y los madrugadores que paseaban a sus perros la verían, pero no importaba.
 Sacudió el bote de pintura y dio un paso atrás. 
 Esa era su sensación de libertad, la sensación de expresar sus ideas, sus sentimientos, de mostrar al mundo aunque fuera una pequeña parte de su inconformismo, y luego huir de los que querían callarla.
 Sonrió bajo el pañuelo, se recolocó las gafas y dio dos pasos al frente con el bote destapado. 
 El espray volaba liviano, adhiriéndose a la pared que era su propio lienzo, suyo y de nadie más porque nadie se atrevía a aprovecharlo. 
 Los botes de pintura eran solo una extensión más de sus manos, diseñados única y exclusivamente para plasmar esos recuerdos tan oscuros en algo hermoso. 
 Cuando hubo terminado dejó caer el último bote acabado, que rodó solo hasta los pies de Baggins que estaba apoyado sobre sus propias rodillas respirando con gran dificultad. 
 - Ca... ¡Cabrona!
 Enya se volvió hacia él con una enorme sonrisa que hacía rato había dejado al descubierto, y acto seguido volvió a dirigir la vista hacia el imponente ángel de fuego verde que había creado en su rincón especial. 
 Era su sello. 
 Baggins se acercó a ella y la abrazó por la espalda apartando la mochila, apoyó la barbilla sobre su hombro y aún jadenando sonrió. 
 - Es precioso. 
 - ¿Tú crees? He intentado que se parezca lo máximo posible. 
 - Sí, pero el que sea precioso no significa que no te vaya a meter en un lío. 
 Enya se separó riendo con ese sonido entre dulce y picarón que a Baggins le encantaba, giró sobre sí misma sobre un pie y con la mochila colgando mientras gritaba a todo pulmón: 
 - ¿Líos? ¡Bobadas! 
 Baggins no tuvo otra que reír, Enya era muy negativa, pero cuando le daban esos momentos de positivismo, era la criatura más bella a sus ojos.
 - ¡Eh! ¡Alto ahí! 
 Ambos se giraron a tiempo de ver cómo un policía llegaba a su encuentro, al parecer les habían delatado. Enya volvió a mirar a su compañero y sonrió aún más ampliamente. 
 - ¡Corre! - gritó, y el joven obedeció. 
 Baggins echó a correr detrás de la chica que arremetió con el hombro contra la tripa del hombre que estaba por sacar la porra, cayendo los dos al suelo y con la joven rodando sobre sí misma a la par que el policía tosía y la maldecía entre dientes sin alcanzar a ponerse de pie. 
 Baggins agarró de la muñeca a su amiga y ambos echaron a correr hacia el parque agarrados de la mano con el sol ya en alza, apartando a los domingueros que salían a dar una vuelta y con otros dos agentes detrás de ellos. 
 - ¡Oye! - gritó Enya mientras corrían - ¿Y si nos dejamos atrapar y pasamos la noche en un lugar calentito? 
 Baggins volvió a reír a pleno pulmón, le dio un tirón hacia él y ambos cayeron rodando por una cuesta empinada pero acolchada por el cásped hasta llegar abajo y acabando entre unos matorrales el uno delante del otro. El chico se llevó el índice a los labios y sonrió recolocándose las gafas. 
 - Porque para algo calentito ya tienes mi chaqueta. 
 Enya rió colocándose también las gafas. Ocultó el rostro en el brazo que tenía doblado para que no la oyeran. 
 Baggins sonrió suavemente y llevó los ojos hacia sus manos. 
 Los pájaros ya cantaban en lo alto de los árboles, y él supo que ese era uno de esos instantes de pura felicidad que sólo los que viven sin hogar fijo conocen. 
 El chico aún sonreía con la imagen que tenía frente a él. 
 Sus manos seguían entrelazadas. 

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